Liliana Isabel Salazar Villariño (La Caracola)

Poesía cubana de la mejor en este recital poético de Alta Literatura, donde les presentamos a la Poeta Liliana Isabel Salazar Villariño (La Caracola)
Liliana Isabel Salazar Villariño (La Caracola)

Arte barroco

Apolo no alcanza a Dafne

su paso es lento.

Bernini intenta esculpirlos juntos

pero una fuerza los separa.

Una muchacha en el museo,

cuerpo ondulante,

saya roja,

se petrifica en mármol rosa

con sus senos descubiertos.

El arquitecto de Dios no se concentra.

El barroco conquistó su cerebro.



Mutilar

A Ronel González

Destruirle la cripta a los ascetas,

segarle una columna a la tarima,

censurar a la puta por sus tetas,

destrozarle el tutú a la bailarina.

Negarle los telones al teatro,

remodelarle el parque a la paloma,

borrarle las mentiras al mohatro,

negarle a los valientes el diploma.

Endosarle cadenas a las alas,

esconderle la soga a los suicidas,

privar a la pistola de sus balas,

suprimir de los bares las bebidas.

Eliminar la rima a los poetas,

ahuyentar el “amor” del diccionario,

impedirle sudar a los atletas,

convencer fácilmente al adversario.


Poesía cubana de la mejor en este recital poético de Alta Literatura, donde les presentamos a la Poeta Liliana Isabel Salazar Villariño (La Caracola)

Añoranzas frente a un espejo en un invierno en París

A Hermes Entenza

Te pienso flor

y yo, soy la mariposa que vuela encima de ti,

que bebe de tu polen hasta dejarte seca, hasta saciar mi frenética sed.

Te veo gimiendo,

gritando obscenas palabras que el viento abraza.

Podría escucharte hablar en otras lenguas:

– Sul tu cuore, sulla tu testa…

pero no, dices que quieres poseerme y yo sonrío a carcajadas.

Nadie jamás

comprendió nuestro código de azules tardes en el balcón,

aspirando el ruido de la calle leyendo los poemas de William Butler Yeats

mientras estábamos de espalda.

Podría imaginarte haciéndome el amor

al cerrar la galería

en aquella exposición que tuviste el verano pasado,

pero no,

huiste de mí, tus amigos sensatos prefirieron hacer una convención de política en nuestro café favorito.

Podría soñarte tocándole los muslos

en el elevador,

a la bailarina del quinto piso,

pero no, la llevaste a tu cuarto

en tus ratos de alcohol

y la penetraste a la fuerza

diciéndole al oído que era una Madame, para que ella saliera horrorizada corriendo.

Disfrutabas de la vulgaridad aunque hablabas ocho idiomas

y te leías un libro a la semana.

Al final, era yo quien terminaba limpiando el desastre que dejabas en tu cuarto,

para luego revolcarme sobre tus sucias historias de cuando estuviste en toda Europa.

Podrías no haber muerto

de cáncer de pulmón,

pero siempre me decías cuando fumabas que “todos íbamos a morir de algo”

y aclarabas que no eran excusas.

Y fuiste tan lejos a morir… y yo a intentar amarte.

Ahora tus cuadros en la pared lloran, maldicen tu vida impulsiva,

tu aversión al matrimonio.

A la hora del té

extraño tu acento italiano

tu búsqueda diaria de las noticias de la isla, porque nunca dejaste de ser un buen cubano.

Sabías que acabaría volviendo a tomar esas pastillas para conciliar el sueño.

Por eso antes de morir bautizaste tu última pintura como: Signora Isabella.

Un puntillismo que resaltaba mis ojos sin dormir, ojeras rosas bien definidas, boca azul, casi violácea, como la cianosis que tengo ahora después de tomar este veneno.

Ovillejo azul para sus manos

¿Qué me llenó de color?

Su amor.

¿Quién llegó hasta el buen camino?

Mi destino.

¿Cómo pintó mi cantar?

De mar.

Invadió mi despertar

con sus manos de este azul

sacando de aquel baúl:

su amor, mi destino, el mar.


Poema de amor en Septiembre

¡Saltemos!

Hagamos nuestra propia fecha para celebrar en el calendario.

Inventemos un mes donde los días sean cortos y las noches se llamen infinitas.

Bordemos

las madrugadas con azucenas

y entre la impoluta sombra de mi vestido esconde un abrazo.

Cantemos

canciones que se vuelvan un himno matinal descontrolado.

Gritando a viva voz:

«en tus ojos de mar

yo me quiero bañar».

Bailemos

con nuestros labios

el tango que Borges me regaló

un sábado en mis sueños.

Juguemos

con el tiempo que nos roba la luna,

con los acertijos que nos ofrece la distancia

con la casualidad que nos unió en una rima.

Saltemos, bordemos, cantemos, bailemos, juguemos…

tomados de la mano en nuestro Septiembre.