Redención
Lápices que cargo
como cruces.
Papel en blanco donde me redimo
mientras escribo versos
que me alivien la conciencia.
La luz de la lámpara
se va opacando,
o tal vez son
mis ojos que se agotan
mientras leo a una poetisa muerta
que me habla de sueños
y dolores antiguos.
Pecar es tan fácil,
que tanto redimirse
se siente angustioso.
Puede ser que mis versos
me cuesten tal redención.
Pero solo debo escribir.
Tal vez solo así consiga
vivir para siempre.
Un puñado de palabras
Intento escribir un poema.
Escoger las palabras correctas
y lograr un puñado de versos que consigan salvarme.
He de escribir un poema en nombre de la desmemoria,
para quienes llegaron cuando la mesa ya estaba servida o cuando solo quedaban rastros de lo que fue una cena.
Quiero honrar a las mariposas muertas,
a los que se les detuvo el corazón a destiempo,
a las estatuas mutiladas,
a los edificios ahogados por la hiedra.
Los versos correctos que sustituyan las lágrimas vanas
por la leche derramada,
por los platos rotos,
por la leña del árbol caído.
Tal vez solo consiga un mal poema,
lleno de lugares comunes
y frases ya masticadas y escupidas
por los poetas de verdad,
los que saben de tropos y conocen los conceptos
y las reglas de la poesía.
Tal vez ni siquiera pueda llamarlos versos,
y nunca vean la luz en los ojos de un lector.
Me conformaré entonces con este puñado de palabras
para intentar redimir
a la poeta que siempre quise ser.
Ventanas
Ventanas cabizbajas
que me muestran
unos lirios sin flores,
por donde observo
el vaivén de la calle,
por donde se cuela
el soplo de viento
que se alejó del camino.
Besos
El beso de mi hijo
se posa cual libélula
en el borde de mi frente.
Mi día se hace de poesía,
mientras su beso
me aletea en el rostro.
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