Osmel Valdés

Poesía cubana de la mejor en este recital poético de Alta Literatura, donde les presentamos al Poeta Osmel Valdés
Osmel Valdés

Ambigüedad

La vi ondular,

flotaba como si el cielo fuera una mentira.

Para esconder sus curvas

cerré los ojos más allá de sus franjas,

el suelo estaba aún bajo mis pies.

La quise para mí,

su libertad,

sus cuerdas para mí,

el ondulante juego de la sombra.

Tenía el asta erguida,

el corazón erguido

y ella ondulaba

como si el cielo fuera una mentira.



Amanecer

La casa estaba cerrada,

era temprano aún

y no había yerbas en su monte

ni la amapola florecía en él.

Un poco más arriba

dos nacientes colinas

apuntaban al sol.

Era temprano aún

pero no se pueden ocultar esos paisajes

y el extraño

encontró el sendero escondido

en las colinas

y la puerta se abrió.

No había yerbas en su monte,

el color de la amapola deshojada

anunció la perenne apertura de la casa.

Poesía cubana de la mejor en este recital poético de Alta Literatura, donde les presentamos al Poeta Osmel Valdes

Dos express y un cappuccino

Mi esposo elige la mesa,

ordena el café,

lo paga.

El muchacho de en frente luce hermoso.

Mi esposo habla de Dios,

de sus designios,

del orden natural,

de los designios.

El muchacho tiene largas extremidades

Mi esposo ha visto mis ojos y pide otro café.

Le pregunto si puedo y no responde.

Es tan solo un muchacho,

es un muchacho solo.

Entonces si,

¿qué pudiera cambiar otro café?

El muchacho nos observa.

Su silencio, es hermoso.

Mi esposo ordena otro café,

lo paga.

El muchacho pone azúcar en mi taza,

sus ojos se posan en mi esposo,

se deslizan,

beben sin mirarme.

Luego pone una mano muy suave

sobre la mano de mi esposo,

muy tierno agradece

y se va flotando a su rincón.

Mi esposo pone su mano dura sobre mi mano

y me pregunta;

si no estaba demasiado dulce,

mi café.

Lucy in the sky

Cambié mi cama de lugar

y se quebraron todas las paredes de mi casa.

Fui pan de muchos que no entienden,

no saben la gotera,

que no saben.

Por las grietas entraron sus jinetes,

horadaron mi sombra.

Los he visto

cargar como demonios el silencio

de su estabilidad,

el cuerpo roto de sus deseos.

Cambié mi cama y ha bastado ese cambio

para hundirme

las manos en el pecho

y despertar.