Amelia Rabaza

Cuento de la escritora Amelia Rabaza para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.

Rompecabezas

A Niurka

Cuento de la escritora Amelia Rabaza para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.
Amelia Rabaza

Hoy lo armaré sin que me obliguen, piensa Tita, se sienta, cruza las piernas y con mucho cuidado esconde algo debajo de la falda. Sobre el piso están las últimas piezas que se dispone a organizar de manera perfecta.

Coloca una y llega el recuerdo de la tía diciéndole a su mamá que sería por unos meses, la doctora lo dijo, la niña podría ayudarla a recuperarse de los embarazos que pierde. Mamá no tenía que haberme dejado con esta loca, no quiso que trajera ni a mi muñeca Lulú, piensa en voz alta y mueve las piernas. El cuarto, el piso, el miedo, están cada vez más fríos. Ella tiembla, pero no se arrepiente, ahora su tía sí se quedará sin hijos.

Tantas veces ha armado el rompecabezas que ya es una experta. Ubica la pieza y de inmediato le vuelve otra imagen. Está sentada a la mesa, junto a su tía y el esposo, un militar frustrado y lleno de manías.

¡Asquerosa, no se come con la boca abierta! Coge bien la cuchara, ¿no te enseñaron modales? Conmigo vas a aprenderlos bien.

Tira con rabia la cuchara sobre el plato, aparta los ojos y un nudo le comprime la garganta. Mira a la tía con deseos de contarle, pero el miedo no la deja. Por debajo de la mesa la tía le pellizca un muslo; sabe lo que eso significa, se levanta y va para el cuarto a jugar.

Extraño a Lulú, seguro ella también necesita que alguien la peine y haga trenzas en su pelo rubio. Si pudiera verla le diría que quiero irme de esta casa. Pone otra pieza, y tiene que conformarse con los recuerdos, con esa ventana que da a la calle, por la que se asoma todos los días para ver los niños que corren y juegan a las escondidas.

Levanta otra pieza. Como siempre, la tía se fue al trabajo, y el militar sale del baño medio mojado, camina frente a la puerta de su cuarto, la mira y deja caer la toalla. Ella comienza a fatigarse, siente escalofríos, traga saliva, le sudan las manos, si intenta cerrar la puerta él volverá impedírselo.

Este es tu juguete, anda míralo, pon esa ficha y ven a jugar con él.

Tita baja la mirada y llora. Siente deseos de vomitar, de escaparse, de que su tía regrese pronto y descubra que nunca podrá tener hijos.

Temblorosa, tiene la última pieza en la mano, está indecisa, quisiera levantarse, caminar por todo el cuarto, suspirar, pero él está frente a ella, sin moverse, medio mojado aún. Regresan los escalofríos, la rabia.

Este es tu juguete, anda míralo, juega con él, mejora tus modales.

Ella deja que se acerque y lo repita, una, dos, tres veces. Te juro que ahora sí pondré la última, le dice, y llora, pero no es de miedo. Con una mano toma el juguete, con la otra aprieta el cuchillo que esconde bajo la falda.

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