Elena María Obregón Navarro

Cuento de la escritora Elena María Obregón Navarro para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.

El Otro

Cuento de la escritora Elena María Obregón Navarro para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.
Elena María Obregón Navarro

“Llevamos tres días en esta discusión interminable”. Así pensaba ÉL, tratando de calmarse. “Es inútil dar explicación a un ente desconocido, de cosas irremediables”.

ÉL —No ves que nos quedamos solos, ella y yo, en este salón.

OTRO —Sí, es cierto, pero no la podías mirar desde ese punto de vista. Acá ella significaba otra cosa.

ÉL —¡Lo sé! Pero estaba desnuda… ¡Ay, por Dios! Tú no viste sus senos despiadadamente duros. Si los hubieras tocado como yo…, el corrientazo que sentí en el estómago cuando mi lengua hizo contacto con el pezón.

OTRO —¡Pero no debiste! ¿Acaso esas eran las primeras puñeteras tetas que veías en tu vida? ¡No jodas!

Bajó apenado la mirada y casi en un susurro ripostó.

ÉL —Fui débil. Es que sus labios entreabiertos y sus ojos adormecidos me invitaban al sexo—Seguía justificándose, parecía un niño al que habían sorprendido infraganti, tomando la merienda de su compañero. Tímidamente completó la imagen— y el olor a frutas de su pelo.

OTRO —¡Cabrón! El olor de este lugar es más fuerte. ¡Qué fruta ni un carajo! —respondió indignado —¡No podías tocarla!

Hubo una pausa en la discusión, ÉL, se ovillaba en sí mismo, OTRO, caminaba para todos lados del salón. En su desatino, el espacio parecía más pequeño de lo que era.

ÉL—Después de lamer todo su cuerpo…hasta el clítoris…traté de parar, pero no pude, casi sin darme cuenta ya la estaba penetrando desesperadamente. Me pareció notar un ligero movimiento en una de sus manos, pero no me contuve. Un segundo movimiento sin fuerza, pero con clara intención de empujarme me hizo pasar de la lujuria al miedo.

OTRO, que recorría el salón, frenó sus pasos en seco para mirarlo con un profundo desprecio:

OTRO —¡Estúpido! ¡Animal! —le gritó, mirando como ÉL, parecía consumirse.

El aludido escondió el rostro entre las manos y rompió en sollozos. Casi balbuceante terminó:

ÉL —Me dominó el deseo.

OTRO—No pudiste siquiera calcular el tiempo de duración de la dosis. ¡Limpiar el semen!

Aquel ser que escuchaba, había perdido la voluntad de defenderse, su interlocutor lo sabía. En ese momento entró al salón un tercero, mirando al afligido y haciendo caso omiso de sus lágrimas, le comunicó.

TERCERO—Quedas suspendido de ejercer la profesión, temporal o definitivo según arroje el resultado de las investigaciones. Las preliminares indican que lo has perdido todo ¡Hasta la dignidad! —dio media vuelta y salió del salón. ÉL, lo miró salir por la puerta y a pesar de la desolación que lo embargaba, se dio cuenta de su soledad en el local y se preguntó —¿Quién era OTRO? Acaso fue su conciencia o la reencarnación de Hipócrates.

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