Olivia Casanova Blanco

Cuento de la escritora Olivia Casanova Blanco para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.

Remordimiento

Cuento de la escritora Olivia Casanova Blanco para el recital de narrativa corta cubana en Alta Literatura. Aquí tendrán una muestra de excelentes escritores de los relatos cortos de Cuba en estos momentos.
Olivia Casanova Blanco

En una conocida intercepción, el ómnibus realiza la parada obligatoria. María Emma cierra los ojos, recuerda la pertinaz mirada, el Moscú Rojo, y aquel amor a “primera vuelta” de casino. Eran solo dieciséis primaveras.

A sus cincuenta y tantos años, Mari Em, como cariñosamente le dicen los más allegados, no ha contraído matrimonio, ni siquiera una relación no formalizada. Reside junto a su octogenario padre – hipertenso y cardiópata-, al que le dedica los más prolijos cuidados; a su vez el anciano le retribuye con profunda ternura y una alta cuota de lástima.

Allí, frente al rojo y vertical aviso de PARE, rememora el entrecejo de su progenitor, cuando llegó José Manuel, más conocido por Noly, con aquella vestimenta: tenis ADIDAS, camiseta desmangada, y gorra al revés; nada más y nada menos que a “pedir su mano”. El eco del “no” rotundo y desgarrador aún la estremece:

—¿Con esa estampa de figurín usted pretende a mi hija? ¡No! —dijo el padre, sin contemplación.

El suceso se le presenta nítido, tanto que pareciera estarlo viviendo. Su respiración se agita, y una lágrima amenaza con descubrir su estado. Discretamente, extrae un pañuelo, y simula limpiarse el sudor.

Estelita, madre de María Emma -que Dios la guarde en su reino- se involucró en una complicidad absoluta, presta a persuadir a Santos, padre de la muchacha, para que accediera al noviazgo, convencida de la certeza y profundidad del sentimiento entre los jóvenes.

Transcurrido año y medio, Santos Rodríguez fijó el día y la hora para entablar una seria charla con su futuro yerno, al que procuraba imponer -como padre al fin-determinadas condiciones y normas de comportamiento. Luego, un almuerzo en familia.

Para María Emma fue un día excesivamente largo, un solsticio de verano en pleno marzo; no veía la santa hora del arribo de Noly.

—Me temo que el figurín se retractó, Mari Em —dijo Santos en tono sarcástico, aunque en el fondo deseaba lo contrario. Sin dudas quería la felicidad para su hija.

Desde el ómnibus, María Emma repasa el semáforo, la arteria, e imagina los acontecimientos de treinta y cinco años atrás… camisa de mangas, zapatos de vestir y un ramo de flores abonaban -en letal adversidad, y a pocos pasos del consentimiento- esa intercepción.

Un día de marzo, en el exacto minuto en que la fragancia del Moscú Rojo y el aroma

exquisito de un almuerzo presagiaban la dicha, una terrible culpa se alojó –inexorablemente– en el pecho de su padre.

Se activa la luz verde. El pañuelo acaba de perder su poder de contención.

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